333 palabras

Un relato de Jesús Trelis, director del diario Las Provincias. Compartido en la ceremonia de entrega del 23º Premio de Cuentos de la Fundación Mainel.

A la diosa de la Inspiración se le escaparon las letras de los corchetes y, entre tildes y exclamaciones, fueron engullidas por la insaciable Imaginación. A la P le salió un Principito; a la D, un conde que es vampiro, y a la A, la inquietante Alicia que, a través de una madriguera, acabó en un lugar donde una reina gritaba: “¡que le corten la cabeza!” La A fue también un Arpón acechando a la ballena blanca; un Alienígena, seducido por Orson Wells; un Alquimista, un Amante, la Atlántida de Platón o un asesino en busca del Perfume.

Las palabras viajaron hasta las frases y en ellas emergieron verbos dando alas a un tal Verne que voló hasta la Luna. Los adjetivos fueron oro en manos de Capote, Talese o Pla. Un cuaderno gris, un retrato de Sinatra, un cuento de Truman sobre un halcón decapitado.

Todo se llenó de sujetos. Crusoe, Pascual Duarte o Alfanhuí. Pipi, Alí Babá, o Cyrano de Bergerac. Entren frases subordinadas y yuxtapuestas, un ejército de escritores desplegaron mil y una tramas, como las de esos cuentos orientales que en voz de Sherezade nos llevaron a tierras lejanas: “Un armario de libros es el más hermoso de los jardines”, sentenció.

Genios ‘cazapalabras’ relataron cien años de soledad, escribieron entre cañas y barro y nos metieron en la casa de los espíritus. Hicieron posible que una institutriz volara con un paraguas, que nos estremeciera un niño con su pijama de rayas y que el mundo se rindiera ante ese hidalgo caballero “de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”.

Escribieron sonrisas verticales, diccionarios de animales, recetarios con sopas de letras y los guisos de mamá que sabían a poesía. Fábulas, crónicas negras y los viajes de Marco Polo. Teatro, ensayos sesudos y cuentos mínimos, como el que escribo. Este cuento de 333 palabras que nació el día en el que a la diosa de la Inspiración se le escaparon las letras de los corchetes.