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Mujeres rurales siembran futuro en El Salvador

Acompáñanos a las comunidades de Cabañas Oeste, en El Salvador. Allí las mujeres están liderando iniciativas agroecológicas que fortalecen la economía local y garantizan el derecho a la alimentación.

En los distritos de Cinquera, Tejutepeque y Jutiapa, en el municipio Cabañas Oeste (El Salvador), está tomando fuerza un proceso de transformación rural. Desde hace unos meses, mujeres agricultoras están impulsando el acceso a alimentos sanos y sostenibles gracias al proyecto “Fortaleciendo Comunidades: Mujeres Rurales Salvadoreñas Transforman la Economía Local y Afirman sus Derechos Económicos y de Alimentación”, que desarrollamos junto con la organización salvadoreña CORDES, con el apoyo financiero del Ayuntamiento de Madrid.

La iniciativa ha surgido del compromiso de las comunidades y de las autoridades locales por garantizar el derecho humano a la alimentación y promover oportunidades económicas para las familias rurales. Las mujeres de la zona, que tradicionalmente han sostenido la agricultura de subsistencia con escaso reconocimiento económico y social, ahora son las protagonistas de un cambio que integra la producción agroecológica y el empoderamiento organizativo y personal.

Formarse para transformar

El eje central del proyecto es un programa de formación en agroecología, diseñado de manera participativa junto a 96 mujeres productoras. Mediante talleres prácticos, han fortalecido sus conocimientos en manejo de suelos, control biológico de plagas, gestión del agua, producción diversificada y comercialización.

Estas acciones no solo amplían sus capacidades técnicas, también refuerzan su rol como defensoras de la salud alimentaria en sus comunidades. La implementación de estas nuevas prácticas reduce su dependencia de agroquímicos, a la vez que protege los ecosistemas locales y contribuye a una mejor posición frente a las consecuencias del cambio climático.

Autonomía alimentaria y alternativa a la migración

Además de la formación, el proyecto está fomentando la autonomía alimentaria gracias a la implementación de 80 parcelas agroecológicas y granjas avícolas familiares gestionadas directamente por mujeres. La combinación de hortalizas, granos básicos y aves asegura a las familias una dieta más variada y disponible durante todo el año.

El sistema incorpora innovaciones como depósitos de agua y riego por goteo para garantizar producción incluso en la época seca. También el uso de semillas locales, que refuerzan la soberanía campesina. Al realizarse entregas solidarias de semillas y aves a otras mujeres dentro de cada comunidad, se multiplican los impactos del proyecto y se amplía poco a poco la red de productoras agroecológicas.

A esto se suman ocho casas malla (invernaderos), que se encuentran en proceso de instalación. Su entrada en funcionamiento permitirá aumentar la productividad y la calidad de los cultivos, así como abrir nuevas oportunidades de venta y diversificar ingresos. Estas alternativas económicas locales resultan especialmente atractivas para mujeres jóvenes, que pueden plantearse allí progresar allí frente a la salida incierta de la migración.

Organizarse para incidir y progresar

El proyecto trabaja para que esta producción sostenible genere un mayor impacto económico local. Para ello, se está fortaleciendo la Red de producción agroecológica y consolidando comités de comercialización comunitaria. Estos espacios permiten coordinar precios, transporte, participación en ferias y ventas a restaurantes y comercios de la región.

La organización colectiva es una herramienta clave para que las mujeres ganen presencia en la toma de decisiones y hagan valer sus derechos económicos y de participación. Ellas mismas expresan con orgullo los cambios: más seguridad para hablar en público, mayor reconocimiento por su aporte a la economía familiar y comunal y una nueva visión sobre su futuro.

Senda cultivada en comunidad

Este proceso no sería posible sin la articulación con asociaciones locales de mujeres y con estructuras comunitarias como las ADESCOS (Asociaciones de Desarrollo Comunal), organizaciones de base que representan legalmente a las comunidades rurales y canalizan sus demandas, coordinando proyectos de mejora social, productiva y ambiental.

A su vez, el acompañamiento técnico de CORDES y el respaldo de las municipalidades, que están incorporando la producción agroecológica en sus planes de desarrollo, garantizan una intervención coherente, participativa y sostenible.

En esta primera mitad del proyecto se palpa ya un cambio real: más diversidad en las parcelas, nuevas conexiones comerciales y mujeres que lideran iniciativas inalcanzables hace unos años. Todo ello contribuye a una economía local más solidaria, que pone en el centro la vida, el territorio y la igualdad.

Seguimiento cercano desde Mainel

En estos días, dos técnicos de la Fundación Mainel están visitando las comunidades participantes para conocer de primera mano los avances, departir con las familias productoras y reforzar la coordinación con CORDES y las autoridades locales. Esta visita nos permite recoger aprendizajes, visibilizar los logros y asegurar que las próximas actividades sigan respondiendo a las ilusiones, necesidades y propuestas de las mujeres rurales de Cabañas.

Un proyecto posible gracias al Ayuntamiento de Madrid.